¿Por qué vi La maldición de Hill House si a mí solo me dan miedo tres cosas?
- - El hecho de que mi vecino, ese que pone la música alta y deja la basura en el rellano durante días, pueda votar.
- - Los jefes que dicen «Aquí no hay jerarquías».
- - Ir al médico.

True story!
Un ejemplo del punto tres:
Cklo: –Doctor, me duele aquí.
Médico: –Bueno… eeh… tengo en este cajón unas medicinas de muestra que lo mismo funcionan…
¡Es por cosas así que las historias de miedo me dejan indiferente!

Un día de furia (Falling Down) de Joel Schumacher (1993)
Y, a la vez, es por este mismo motivo que las consumo…
¡Porque tengo que sacar estrés por algún sitio!
¡Si no, acabaré protagonizando Un día de furia 2!
No me cuadró el final de Un día de furia, pero todo lo demás, es mi vida tal y como pasa en mi cabeza.
Aaaand por eso vi La maldición de Hill House.
Por eso, ¡y porque la novela original es de la GRAN Shirley Jackson!

Shirley Jackson.
¿Que quién es Shirley Jackson?
Pues una escritora de terror pionera que influyó, entre otros, al famoso Stephen King: costumbrismo, pueblerinos y mal rollito psicológico.
A ver, una cosa sí hay que tener en cuenta: la trama de la serie no tiene nada, o casi nada, que ver con la del libro. Pero, en mi opinión, Flanagan –creador de la serie– deja intacta la simbología de la obra de la Jackson.

La maldición de Hill House (The Haunting of Hill House), serie creada por Mike Flanagan en 2018 para Netflix.
Y ¿cuál es la simbología de La maldición de Hill House?
¿De qué nos habla?
Venid con la tita Cklo, que os cuento…

«Tenga, ayúdese» ¿Quién no recuerda este gag? El jovencito Frankenstein (Young Frankenstein, 1974)
HOGAR, DULCE HOGAR
Enter el matrimonio Crain: el niño de ET de adulto y su esposa pretenden subirse al carro de la especulación inmobiliaria.
¿Cómo?
Pues comprando una ganga de mansión que se cae a pedazos, reformándola y revendiéndola por el doble.

De izq. a der. Henry Thomas como Hugh Crain, Carla Gugino como Olivia Crain y, por último, los cinco hijos de la feliz pareja. ¿Cómo los mantuvieron? ¡Nunca se les veía trabajar!
Peeero la casa no los hará ricos, porque Hill House está un poco maldita.
«¡Claro, coi!», les grité yo desde mi sofá, taza de vino malo en mano y pijama puesto. «¡Por eso era barata la casa esta! ¡Por eso son baratas TODAS las casas de las pelis de miedo!»

Otra casa peligrosa a la venta. ¿Qué preferís? ¿Un zulo «ideal parejas» a precio de oro en la ciudad, o una casa en territorio de fantasmas cabreados? (AHS: Roanoke, 2016, para FX)
Hay muchas historias de miedo donde el tema central es «la casa».
¿Por qué?
Las casas, encantadas y sin encantar, simbolizan la psique.
La casa es el primer recinto de la persona. Sus elementos físicos particulares conforman el desarrollo mental de la persona.
–John Truby, guionista y autor de Anatomía del guion.
Vamos, que la casa es el reflejo del estado interno de quien la habita. De todo lo consciente e inconsciente en su mente.
De todos los pensamientos, ideas e impulsos que sabe que tiene, y los que no sabe que tiene.
La casa es un conjunto de estancias, y esto es importante: cada estancia simboliza una parte de nosotros mismos.

Un sótano «ideal parejas»: el de Psicosis (Psycho, de Alfred Hitchcock, 1960)
Por ejemplo, ese lugar bajo tierra, lleno de trastos y más sucio que la oreja de un manco: ¡el sótano!
El sótano representa todo aquello que enterramos dentro nuestro: los traumas, los recuerdos olvidados, los secretos.
En oposición, el ático: un lugar construido en lo más alto que te permite ver con perspectiva el mundo y, por ende, permite tener grandes pensamientos.

¡El AMOR nace en habitaciones encima de elefantes! (Moulin Rouge, de Baz Luhrmann, 2001)
La excepción a estos áticos la encontraríamos en los áticos que son como altillos o buhardillas.

En Los Simpson ha sido recurrente el uso del altillo para distintos momentos de terror.
Son como sótanos: lugares oscuros, a los que no se suele acceder para nada, salvo para dejar trastos viejos… y ahí se esconden muchos secretos.
Por ejemplo, en la novela –adaptada a la pequeña y gran pantalla en varias ocasiones– Flores en el ático, dicho lugar es la estancia donde encierran a los niños. Y hasta aquí puedo leer…
But sigamos con las casas, en general:
Las casas grandes, luminosas y limpias se conocen como «casas cálidas».

Casas cálidas en televisión: las de sitcom, como Cosas de casa. (Family Matters, 1989–1997, para CBS).
Molan mucho, porque tienen estancias suficientes como para que todos sus habitantes puedan tener tanto un espacio personal –su habitación, su taller– como uno para compartir con los demás –el comedor, la salita, etc.
Los problemas que pueda haber en esta psique no son tan grandes como para impedir, o trastocar, el desarrollo de sus habitantes. Pueden salir al mundo y volver cuando quieran, que ahí estará su hogar esperándolos.
Allí podrán compartir sus experiencias, reflexionar y sanar lo que haga falta.
¡Pero aquí hablábamos de casas malditas!
En oposición a la «casa cálida» está «la casa terrorífica»: un inmueble en ruinas y donde apenas entra la luz del sol.
Un lugar replegado en sí mismo, que no mira al exterior sino es con odio y desconfianza.
Normalmente, está a petar de objetos viejos y sucios, símbolos de los traumas y debilidades de sus habitantes.
Las casas terroríficas suelen usarse para hablar de la culpa y del miedo. De la negación de una psique a seguir adelante tras un acontecimiento doloroso.
Así, la casa deja de ser un nido acogedor, del cual salir y entrar libremente, para ser una cárcel.
Bueno, ya habréis adivinado en qué categoría entra Hill House, ¿verdad?
Bueno, ¡pues los Crain no lo adivinaron!
No supieron que compraban una mente enferma, atrapada en ideas y emociones que dan vueltas y vueltas sobre sí mismas, repitiendo una y otra vez patrones dañinos.
Lo que viene siendo una casa llena de…
FANTASMAS A GO-GO
Según el filósofo y teólogo Jean Chevalier, un fantasma es la representación de un aspecto del yo que está enterrado en el inconsciente.
O sea, como decía antes, una idea o pensamiento que tenemos dentro, pero que no sabemos que tenemos.
Y, claro, cuando aparece… ¡asusta!
Yo me atrevo a añadir algo de mi propia cosecha: siguiendo eso de que la energía no se destruye, sino que se transforma, diría que un fantasma es un aspecto psíquico que ha quedado congelado, que no se ha transformado como los demás aspectos psíquicos.

Stop desinformación: repito, ¡es teoría propia! Si algo es cosa mía, os lo diré siempre.
Ese aspecto –o aspectos– desconocido y congelado iría en contra de nuestro desarrollo personal.
Y se presentaría bajo varios formatos:
a) El recuerdo de aquella vez que nos pegamos una leña en el columpio, y ya no nos atrevemos a subirnos a nada parecido. O esa voz en nuestra cabeza que repite siempre el mismo discurso catastrófico.
Vamos, un Agorer en potencia:
¿Quién no conoce a este entrañable personaje de Muchachada Nui, interpretado por Ernesto Sevilla?
b) La supresión de un recuerdo, o sea, de una experiencia vivida que ha transformado todo a nuestro alrededor y que puede transformarnos a nosotros. Pero, como no podemos/queremos digerirla, la barremos bajo la alfombra.

Por ejemplo, Grace y sus nenes, atrapados en la oscuridad más tiempo del necesario, en Los Otros, de Alejandro Amenábar, (2001).
c) El asunto pendiente. ¡Un clásico en las historias de espíritus! Algo que te impide centrarte en el presente. Como cuando piensas “tendría que haber ido al súper, nen”, pero no has ido, y ahora no puedes rascarte los bajos en paz.

¡Exijo un spin-off de estos tres para saber qué asuntos pendientes tenían! (Casper, de Brad Silberling, 1995)
En definitiva: los fantasmas vendrían a ser mosquitos dando vueltas por tu mente, y a veces pican. Vamos, unos tocapelotas.
Bueno, pues la esposa del niño ya-no-tan-niño de ET, Olivia Crain, es una persona que capta a los fantasmas.

¡Secretitos a la oreja, cosas de vieja!
Puede verlos.
Y empieza a relacionarse con ellos.
¿Y qué le dicen esos fantasmas?
Pues que Hill House es un lugar que puede proteger a sus retoños del mundo de allá afuera. De los vecinos imbéciles, los jefes neoliberales y los médicos incompetentes.
Mientras esto sucede, el espectador no sabe si Hill House está metiendo esa idea de que el mundo es un lugar peligroso y cruel en la mente de Olivia… o si la buena mujer ya lo pensaba de antes, y el hecho de estar en una choza vieja y aislada se lo agudiza.
Sea como sea, Olivia empieza a calificar la vida como un «mal sueño».
¡Y decide que sus hijos no van a vivir en una pesadilla!

Si habéis visto la serie, ¡sobran palabras!
LA MALA MADRE
Olivia no quiere que sus hijos –en especial Luke y Nell, los benjamines de la casa– sufran las penurias de la vida. Para eso, va a asegurarse de que no salgan al mundo. Va a parar su desarrollo y tenerlos con ella… para siempre.
Aunque las intenciones puedan ser nobles, esto la calificaría de «mala madre».
¿Sabéis lo que es?

¡Vivan los estereotipos! 😱
A la idea de madre suelen ir asociados conceptos buenos: amor incondicional, refugio, alimento, etc. Esto es, a grandes rasgos, el arquetipo de «buena madre». Ha sido adorada por las religiones, ensalzada en propaganda política y, bueno, ¿acaso no se llama «madre patria» a los países?
Pero una cosa es la madre como símbolo, como idea… y otra, la madre de carne y hueso.
El ser humano tiene blancos, negros, grises y todos los colores del arco iris.
Así que la madre humana no tiene por qué amar incondicionalmente, ni ser un refugio cuando nos va mal, ni proveer alimento emocional o físico, etc.
Según la psicóloga Daniela F. Sieff, esta realidad se ha ocultado de tal modo que parece que no exista, y las mujeres padecen una terrible presión cuando sienten indiferencia hacia su bebé, celos o rechazo.
Lástima que, al menos en el terreno psicológico, las cosas pueden esconderse pero no eliminarse.

Que se lo digan a Carrie White. ¡Brrr, que mal karma de peli!
(Carrie, de Brian de Palma, 1976)
Y así han surgido imágenes como la de la «mala madre», que es aquella que no permite a sus hijos ser independientes.
Puede intentarlo –y lograrlo– de diferentes formas.
Puede matar físicamente al bebé.
O puede que el niño capte el rechazo de su madre e introyecte la idea de que, como ser vivo, no vale dos duros en calderilla.
O puede ser posesiva y emponzoñar toda relación externa que el hijo trate de construir.
Y esa «mala madre», como la «buena madre», queda fijada en nuestra psique.

Otra madre cuestionable: Anne Ramsey de Tira a mamá del tren (Throw Momma from the Train) de Danny DeVito (1988)
En el caso de Olivia, el problema es la sobreprotección.
En este punto, la «casa terrorífica» y la «mala madre» se tornan un solo concepto.
Hubo un señor intelectual en el siglo XIX, Gastón Bachelard, que diría: «¡La casa es un símbolo femenino!».
Se refería a que la casa no es la psique así, en plan general y asexuado. Para él, era el seno materno.
¿Recordáis la «casa cálida»? Pues eso sería si la madre está de buenas. Sino es así, pues «casa terrorífica» al canto.
¿Se tuvo en cuenta esta interpretación a la hora de guionizar la serie?
Creo que sí.
Por eso, en Hill House existe La Habitación Roja: una estancia con la puerta pintada del color de la sangre del parto. Una gran vagina que permite la vuelta al útero.
Lo que pasa es que… de él no sales.

La Habitación Roja de Hill House.
«¡Eh! ¡Para el carro, Cklo!», puede que me digáis los que habéis visto la serie.
Y es que en un momento dado, Steve Crain –uno de los hijos– , afirma que La Habitación Roja era «el corazón de la casa». Nell Crain, otra hija, la llama «el estómago».
Entonces, ¿en qué quedamos?
¿Ese cuarto es un útero, un corazón, un estómago, o qué?
En mi opinión, el corazón, el estómago y el útero juegan aquí el mismo papel.

Rollito alquimia. Artista desconocido.
En el corazón se limpia la sangre y se la hace circular, haciendo circular con ella el oxígeno.
En el estómago, la comida se convierte en compuestos químicos que generan nuestra energía.
En el útero, se gestan bebés.
En La Habitación Roja entraban los niños Crain a desarrollarse como personas: era el cuarto de los videojuegos para uno, la sala de baile para otra, la casita del árbol para un tercero… cada uno la asimilaba a su manera. Y allí se forjaban sus personalidades. Crecían como personas. Maduraban como individuos.
Pero Olivia no quiso que saliesen de ese refugio.
Y, claro, eso es ir contra natura… ¡no podía acabar bien!

Apaga y vámonos.
EL MIEDO A LA VIDA
Entrar en Hill House es conectar con en el miedo a la vida.
Según Alexander Lowen, padre de la bioenergética, el miedo a la vida es un estado que paraliza el cuerpo, lo insensibiliza… y poco a poco, este se torna una coraza sin apenas capacidad de dar o recibir.

Este es Lowen. ¡Hay que reconocer que supo sacarle jugo a esto de la Bioenergética! 😜
El cuerpo pasa a ser esa «casa terrorífica» con las persianas echadas, cubierto de polvo y habitado por fantasmas.
La psique queda enclaustrada y se llena de ideas corriendo en círculos.
Lowen decía que todos tenemos ese miedo.
Amar algo o a alguien, luchar, buscar, nos coloca en una posición vulnerable.
Por eso cuando estamos tristes respiramos más superficialmente.
O cuando tenemos miedo, hundimos el pecho y bloqueamos articulaciones.
Cerramos las puertas y ventanas. Nos intentamos proteger de mil formas.
Es una reacción humana. Pero ¿a qué puede conducirnos?
CKLONCLUSIÓN
No hay duda de que el mundo puede ser aterrador.
Y desesperante.
Y asqueroso.
Y…
¿No es normal reaccionar negativamente a todo eso?
Hoy día te dicen que sonrías aunque esté a punto de violarte una cabra loca, como si tuviéramos el maldito Síndrome de Angelman.

¡Hola! ¡Me creo los libros de autoayuda!
Se niega lo negativo.
¡Tra la lá, si no lo miro no existe!
Para mí que todo eso es una cultura de la cobardía.
El verdadero miedo a la vida es negar su parte oscura.
Si una noche te encuentras en Hill House, no temas. No estás solo: todos hemos dormido allí alguna que otra noche.
Solo recuerda que no es un hogar.
Si me lees desde una de sus habitaciones: deseo que, como los niños Crain, encuentres tu hogar de verdad.
Puede que vuelvas a esa vieja mansión más de una vez en tu vida.
Pero cada vez la temerás menos, porque conocerás sus pasillos y recovecos. Sabrás cómo manejar a los fantasmas. Cómo preparar un té de verdad. Y lo más importante: tendrás las llaves que abrirán todas las puertas.
Sí, encontrarás tu hogar.
Y pensarás: «Estoy en casa… por fin, en casa».
Y será verdad.
¡Gracias por leerme, bonicos!
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MATERIAL CKLONSULTADO
Anatomía del guión, de John Truby (Alba Editorial, 2009)
Diccionario de los Símbolos, de Jean Chevalier (Herder, 2018)
El drama del niño dotado, de Alice Miller (Tusquets Editores, 2015)
El cuerpo nunca miente, de Alice Miller (Tusquets Editores, 2005)
The Death Mother as Nature’s Shadow: Infanticide, Abandonment, and the Collective Unconscious, Psychological Perspectives, de Daniela F. Sieff (2019) (Articulo en Inglés)
Miedo a la vida, de Alexander Lowen (Editorial Papel de Liar, 2009)
La maldición de Hill House, de Shirley Jackson (Valdemar, 2008)
La maldición de Hill House (serie de Netflix)