Me veo a mí mismo como un mal escritor con grandes ideas, pero lo prefiero a ser un gran escritor con malas ideas.
Desde luego, Michael Moorcock no sería un escritor muy notable si no fuera porque en su haber tiene la creación de varios universos y personajes emblemáticos.
Ha cultivado, de forma prolífica, la espada y brujería, la fantasía clásica, la ciencia ficción blanda e incluso ese cruce conocido como sci-fantasy (traducido al español como ciencia ficción fantástica o ciencia fantástica o, de forma mejor adaptada, fantaciencia, un término caído en desuso –en parte por su ambigüedad– pero que sigue sirviendo para definir mucha de esa supuesta ciencia ficción que tiene más de fantasía que de ciencia).

Estrella del Caos ideada por Moorcock y usada para representar a la Magia del Caos, y también apropiada por la empresa de juegos Games Workshop como símbolo de sus ejércitos del Caos en los universos de WarHammer.
Y es famoso en el género por ser creador, entre otras cosas, de conceptos como el Multiverso, el Campeón Eterno (una suerte de héroe reencarnado en diferentes personajes en distintos mundos) o la lucha del Caos y el Orden.
Lo que hizo, principalmente, fue quedarse con los clichés de la fantasía que le gustaban, y transformar completamente otros.
Por ejemplo, cogió al afamado Conan el Bárbaro, de Robert Ervin Howard(*), y le dio la vuelta creando a Elric de Melniboné: un noble refinado, delicado (incluso de salud) de pelo blanco y ojos rojos que necesita de la hechicería para salir adelante en sus aventuras.
* Podéis leer el extracto de una carta que envió Robert E. Howard a Clark Ashton Smith en la que habla sobre su famoso bárbaro, y en la que ampliamos un poco sobre el proceso creativo que seguía el texano a la hora de escribir.
Ahora, volvamos a Michael Moorcock.
Hay que decir que el escritor británico, a pesar de trabajar con tramas sencillas, siempre ha jugado a ofrecer historias alejadas del maniqueísmo, donde no hay blancos o negros, ni buenos contra malos.
Sí, a pesar del concepto del Caos y el Orden, el cual puede inducir a engaño.
Pues los que están a uno y otro lado de esa lucha no son, en ningún caso, ni plenamente bondadosos ni plenamente malvados.
Es por eso que en sus relatos encontramos muchos antihéroes que no siempre obran de forma que podríamos llamar «benevolente».
Sin ir más lejos, el citado Elric de Melniboné saca sus fuerzas de adorar o pedir favores a divinidades como Arioco, señor del Caos, lo que le conduce, en más de una ocasión, a situaciones de dudosa moralidad.
También, su arma predilecta (llamada en inglés Stormbringer y traducida al castellano de distintas formas, como Tormentosa o Portadora de Tormentas) es un arma peligrosa, la cual, más a menudo de lo que el propio Elric quisiera, la controla a él y no al revés. Y lo lleva, nuevamente, a cometer actos reprobables (de los que hasta el propio personaje se arrepiente).
Eso sí, como apuntábamos al principio, hasta los seguidores de Moorcock (entre los que me incluyo) reconocen que el hombre tiene altibajos.
Algunas de sus novelas se hacen largas, incluso siendo breves, porque la idea inicial y la trama no dan para tanto. Y en esos momentos se recrea en descripciones. O, simplemente, suceden cosas poco conectadas que desenlazan en un final abrupto.
Pero hay que perdonárselo, pues también es cierto que ha escrito una cantidad ingente de libros.
Además, entre tanta obra de nivel más o menos regular, tiene otras de gran nivel (para amantes del género, claro).
Pero, sobre todo, son ideas que en su momento fueron originales.
Y eso nos devuelve al consejo que nos regala Michael Moorcock a quienes nos dedicamos a crear historias: antes que la técnica nos tenemos que preocupar de la originalidad de nuestras creaciones, ideas y estilo.
Lo cual, en realidad, es aplicable a cualquier rama artística.
Así que, recordad, ante la duda, procurad ser originales.
Porque eso es lo que hace reconocible a cualquier artista y a su trabajo.
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