
Fotografía de una estatua de uno de los dragones del Puente de los Dragones (Eslovenia), por PietroP86 (Pixabay).
Hola. Soy Hidalga Erenas y en este artículo voy a analizar mito del héroe contra el dragón a lo largo de los tiempos y sus aplicaciones en la ficción moderna.
Los dragones (del griego δρακων, drakon, «víbora» o «serpiente») y, por asociación, las serpientes y reptiles, están en el inconsciente colectivo del ser humano desde el principio de la historia.
Dicho lo anterior, comencemos:
EL ORIGEN DEL MITO: MARDUK vs. TIAMAT
El primer enfrentamiento del que tenemos constancia, entre el héroe y el dragón, lo encontramos relatado en el poema babilónico Enûma Elish, donde Marduk pelea contra la monstruosa Tiamat.

Bajorrelieve de la lucha entre Tiamat (que representa al Caos) y Marduk (que representa al Sol).
En la mitología mesopotámica, Tiamat es la encarnación del agua marina y antigua madre de los dioses, convertida ahora en monstruo del Caos.
Tiamat va, además, acompañada por una multitud de retoños demoníacos, entre ellos su hijo y amante Kingu.
Busca vengar la muerte de su marido Apsu (encarnación de las aguas profundas) a manos de otros dioses.
Por su parte, Marduk es el dios solar antropomorfo escogido para luchar contra ella a cambio de convertirse en el príncipe del panteón, si logra vencerla.
Así pues, la lucha se lleva a cabo y, como era de esperar, el héroe vence a la bestia, de la cual, una vez muerta, se crean el cielo y la tierra.
Y de sus lágrimas se originan los ríos Tigris y Éufrates.
Como vemos, es la clásica lucha entre el bien y el mal.
Según Erich Fromm, esta lucha representaría el cambio de un matriarcado a un patriarcado.
Y es bastante plausible.
Por si queréis ampliar el tema, Cklo Labella analiza y relaciona mitología, historia y matriarcado con los dragones de Daenerys de Juego de Tronos en este artículo.
Pero en esta entrada, como he dicho al principio, solo voy a analizar el combate entre el héroe y la bestia en un sentido más arquetípico.
Para ello, voy a basarme principalmente en los estudios de Joseph Campbell.
También voy a aportar mis propias teorías y sacar mis propias conclusiones para que se vea la utilidad de este mito (y por extensión, de otros) a la hora de aplicarlos en el arte de contar historias.
Prosigamos:
ANÁLISIS DEL MITO
Primero, Tiamat no es una simple bestia que ansía destruir y matar porque sí, sino que tiene una motivación.
Eso significa que no es intrínsecamente maligna.
Asimismo, aunque sea monstruosa, no deja de ser una madre.
De hecho, es una diosa mucho más antigua que los dioses contra los que rivaliza.
Es más, muchos de ellos son, directa o indirectamente, descendientes suyos, incluido el propio Marduk.
Lo que encontramos es la lucha del héroe contra la mala madre, a la cual ha de vencer y asimilar, sacando lo positivo de ella, para poder ser independiente y estar completo, y ahí es cuando se convierte en el dios supremo.
Hay que entender que los mitos son metáforas y eso no significa que nadie tenga que matar a su madre, aunque haya tenido comportamientos negativos hacia sus hijos, como quizá haber sido excesivamente estricta, agresiva, sobreprotectora (y, por lo tanto, insanamente controladora) o, por el contrario, haber mostrado desdén, entre otras actitudes más o menos reprobables.
Que Tiamat sea progenitora y tenga una motivación explica por qué, cuando es derrotada, de ella surjan el cielo, la tierra y los dos ríos más importantes para la civilización que ideó este mito. De su muerte surgen cosas buenas.
Lo cual, por cierto, nos recuerda al mito de Sant Jordi y el dragón de cuya sangre salen rosas… pero no nos adelantemos. De eso hablo un poco más adelante.
Finalmente, he de puntualizar que muchas veces, el combate que lleva a cabo el héroe en las leyendas es una lucha que en la realidad suele llevar cada persona dentro de sí.
Y los monstruos (sean malas madres, malos padres, nuestros miedos o aquellos aspectos negativos que vemos en los demás, pero no en nosotros mismos, etc.) los hemos de derrotar en nosotros mismos sin llegar a destruirlos por completo.
Hemos de hacer como en los mitos.
Hemos de integrarlos, consiguiendo sacar de la derrota de esos «monstruos» algo de provecho: una lección, un acto de superación, una nueva forma de ver y/o enfocar la vida, etc.
Pero esto no es un artículo de autoayuda, así que mejor continuemos con el análisis:
Esta lucha mitológica también podría representar la transferencia de poder de la vieja generación (Tiamat) a la nueva (Marduk) en un sentido psicológico y/o social.
Si consultamos los acontecimientos históricos, parece ser que la leyenda mesopotámica sirvió para reorganizar la jerarquía religiosa heredada de los sumerios, añadiendo sus propias divinidades, que fueron las que acabaron prevaleciendo a nivel social, encabezadas por Marduk, que hasta ese momento había sido solamente un dios local.
Adicionalmente, el mito continúa después del combate y nos cuenta que Marduk, con la sangre de Kingu, crea a los humanos.
De esta forma, la fábula coloca a la humanidad por encima de los demás animales que hay en la tierra, por haber sido creada por el dios de dioses.
Pero también deja claro que es imperfecta, pues está hecha a partir de la sangre de un demonio (y seguramente de esta forma, además, se justifica la violencia innata en el hombre, entre otros «defectos»).
Pero la lucha del héroe que contra el dragón no terminó aquí, sino que se ha ido repitiendo a lo largo de la historia de la humanidad (por eso la consideramos mito), con variaciones.
Y, en cada ocasión, ha ido adquiriendo diferentes simbolismos, funciones y significados.
Veamos el siguiente caso:
LA GRECIA CLÁSICA: ZEUS vs. TIFÓN
Observemos el mito griego de la lucha de Zeus contra el monstruo serpentino Tifón, posterior a la leyenda mesopotámica de Marduk y Tiamat.
A pesar de tener ciertas diferencias, comparten bastantes rasgos:
Por supuesto, hay diferencias entre ambos relatos:
En el caso del mito griego, el monstruo Tifón ya no es ni madre ni hembra, sino masculino.
Cuando Tifón es derrotado, también es confinado al interior de la tierra.
Pero en este caso no origina nada bueno de él, sino que es causante de los terremotos, las erupciones volcánicas y otras catástrofes.
Obviamente, es una explicación metafórica para esos desastres naturales.
Pero a nivel psicológico, es probable que también lo sea para ciertas conductas humanas consideradas nocivas, como la rabia o la ira.
Conductas que hay que someter o controlar, sabiendo que siempre van a estar ahí y que, como los terremotos y los volcanes, pueden resurgir en cualquier momento.
Esto es extrapolable a un nivel social también.
Si ahondamos un poco más en la leyenda, encontramos que, nuevamente, el monstruo vuelve a tener una causa para ser malvado:
Zeus derrotó a los Titanes, hijos de Gea (madre tierra) y el Tártaro (el inframundo), hermanos de Tifón (el último hijo que salió de esa unión). Eso enfadó a Gea que, según algunas versiones, incitó a Tifón para acabar con Zeus y arrebatarle así el control del Olimpo.
(Menudo culebrón digno de una saga de fantasía épica, ¿eh?)
Como habréis visto, se repite la motivación del dragón: la venganza por un acto (más o menos justificado) contra él o un allegado, llevado a cabo por el héroe o bien por algún aliado suyo.
Asimismo, otra vez en la lucha entre el bien y el mal, hallamos la guerra por el poder.
Pero, a diferencia del mito de Marduk contra Tiamat que consiste en heredarlo por parte de la nueva generación, aquí se trata de mantener ese poder por parte de la nueva generación (Zeus), frente a su nuevo enemigo (Tifón), que representa a la antigua generación de dioses.
De hecho, se repite el caso de que Zeus, como Marduk, tiene vinculación familiar con sus enemigos, ya que como Tifón, él también es descendiente de Gea (concretamente, su nieto).
Es decir, el mito griego sería la continuación natural de la batalla descrita en el mito mesopotámico: ahora, el héroe sustenta el mando del panteón y ha de conservarlo frente a la amenaza de los antiguos dirigentes (o descendientes de estos) que, como es lógico, están resentidos por haber perdido dicho mando.
Lo que nos enseñan ambos mitos de forma conjunta es que, primero, para poder conseguir el control de nuestra vida hemos de derrotar a nuestros monstruos familiares (de una forma u otra, todo lo que está dentro nuestro, es familiar), pero que la lucha no finaliza ahí, sino que siempre hemos de estar prevenidos, porque esos monstruos no morirán nunca y se regenerarán, siempre esperando para volver a hacerse con el control.
Y como antes, esto es extrapolable a un nivel social: un gobierno, imperio, sociedad, etc. que se ha hecho con el poder por la fuerza (física, tecnológica, civil, la que sea) ha de estar siempre alerta respecto a aquellos a quienes destronaron.
Sea en un nivel personal, sea en un nivel social, la lección es que hemos de aprender a luchar contra esos dragones y estar preparados para cuando vuelvan a aparecer, y ser capaces de someterlos todas las veces que hagan falta.
Ahora demos otro salto temporal:
LA EDAD MEDIA: SAN JORGE vs. EL DRAGÓN
Examinemos la leyenda de San Jorge contra el dragón.
Es bastante conocida en varios países de Europa y de gran relevancia en Cataluña (España), con la festividad de Sant Jordi, que se celebra el 23 de Abril:

Cuadro de San Jorge, realizado por Rafael, que retrata la lucha del caballero contra el dragón mientras la doncella contempla la escena.
Este relato, recogido en «La Leyenda Dorada» (y donde quizá tenga su procedencia), parece haber sido el origen de un gran número de cuentos de hadas sobre doncellas, caballeros y dragones.
La narración cuenta que en un pueblo había un dragón que exigía el sacrificio de una doncella cada cierto tiempo.
Un día le tocó a una princesa y su padre, rey del pueblo, no pudo hacer nada para evitarlo ya que los demás habitantes consideraban que así había de ser.
Y cuando llevaron a la princesa donde habitaba el dragón, apareció montado a lomos de un caballo blanco, un caballero cristiano llamado Jorge, el cual, con su destreza, dio muerte al dragón.
Adicionalmente, existen algunas variaciones en esta leyenda.
Una de ellas, bastante interesante y que tiene mucho peso en la tradición catalana de Sant Jordi, guarda cierta similitud con la muerte de Tiamat.
Es la que relata que, una vez muerta la bestia, de su sangre nacieron rosas, y que Jorge cogió una de estas rosas y se la regaló a la princesa.
Hay algo que se mantiene en todas las variaciones de esta leyenda, y no son las rosas surgidas de la sangre del dragón, no.
Sino que la princesa y Jorge acaban casándose.
Y que, una vez derrotado el monstruo, los habitantes del pueblo se convirtieron al cristianismo.
Como vemos, algunas cuestiones coinciden con los otros mitos:
Por ejemplo, que el dragón represente un símbolo del paganismo, incluso una supuesta encarnación de Satanás, es lo mismo que encarnar al antiguo panteón de dioses.
Que al ser vencido, los habitantes del pueblo que estaban sometidos a él se conviertan al cristianismo no es más que otra forma de explicar, de nuevo, un cambio de poderes a nivel social y religioso.
Pero hay una diferencia significativa.
En esta leyenda la bestia ya no tiene ninguna causa.
Hace daño porque sí, porque es un dragón. Un ser demoníaco. Es malvado de manera intrínseca. Ni siquiera se explica por qué devora a doncellas.
De todas formas, la figura arquetípica del dragón, aunque no esté justificada su maldad, sigue representando a la sombra del héroe.
Sigue encarnando a ese enemigo interno, parte inconsciente, que el protagonista ha de derrotar si quiere superarse, si quiere seguir adelante y, de esta forma, convertirse en héroe.
Por otro lado, que su sangre se transforme en rosas es nuevamente una forma de explicar que si se derrotan nuestros monstruos internos, o los sometemos, sacaremos algo hermoso y/o de provecho.
Hay que señalar que la sangre de la bestia es muy simbólica.
A lo largo de mitos, leyendas y obras de ficción, se ha atribuido a la sangre de los dragones características especiales.
Como por ejemplo en el mito nórdico de Sigfrido, quien se baña en la sangre de un dragón derrotado por él mismo, para ser invencible.
Respecto a la princesa que ha de salvar Jorge, sí que es un nuevo elemento en el mito.
Jung nos dice que representa al ánima (la parte femenina latente dentro de todo hombre –y su opuesto sería el ánimus, la parte masculina latente dentro de toda mujer).
Eso significa que el héroe consigue aunarse con su parte femenina una vez derrota y somete a su parte inconsciente negativa, su sombra, el dragón.
También puede verse en una clave menos simbólica y/o psicológica, y decir que probablemente sea una metáfora de los matrimonios concertados y de la misoginia de la época: el hombre debía «comprar» a su futura esposa, que no era más que un objeto de deseo. Pero es más bonito adornarlo con el regalo de una rosa surgida de un dragón y todo eso.
¿Y cuál es la explicación más acertada?
Pues yo creo que ambas tienen su parte de razón. Así que, a partir de aquí, que cada uno se quede con la versión que más le convenza.
Obviamente, a nivel narrativo (que es el tema que nos toca) por supuesto me parece mucho mejor la idea del ánima y del ánimus.
Pero no me voy a ir por las ramas, que esto no es una clase de sociología en la barra del bar.
Demos paso al último ejemplo que vamos a estudiar:
LA ACTUALIDAD: RIPLEY vs. ALIEN
Para terminar el artículo, el «dragón» que he escogido ha sido el alien, también conocido como xenomorfo.
Es un ejemplo cinematográfico que me va a permitir contrastar que los mitos anteriormente citados son extrapolables a la ficción de los tiempos en los que vivimos:

Aquí vemos un fotograma de Aliens: el regreso (1986 — James Cameron), donde Ripley (Sigourney Weaver) se enfrenta cara a cara contra la Reina Alien.
En este caso, encontramos una variante significativa de la lucha mitológica contra el dragón: ahora el protagonista ya no es un héroe, sino una heroína.
Y sí. El monstruo no es dragón sino un ser extraterrestre.
Pero, a efectos prácticos, no es diferente de los monstruos mitológicos, en cuanto a que es un ser sobrenatural al cual hay que derrotar.
De hecho, como comprobaremos a continuación, el arquetipo sigue siendo el mismo y sus funciones, como no cabía esperar de otra forma, son similares:
Si el héroe mitológico ha de someter a su sombra para derrotar a la bestia, la heroína del celuloide también.
Ripley protagonista de la saga fílmica, en la primera película ha de sobreponerse a sus miedos, incluso los de sus compañeros, para no dejarse llevar por la desesperación y salir airosa de la aventura.
Y como en la leyenda medieval protagonizada por un héroe masculino (recordemos: una vez derrotado al dragón, consigue aunarse con su parte opuesta), en la primera película de la saga [Alien: el octavo pasajero (1979) Ridley Scott], cuando Ripley por fin se deshace del monstruo, ya ha integrado su parte opuesta y masculina, su ánimus.
Solo que en este ejemplo no aparece ninguna personificación de esa parte opuesta, como sí pasa en el cuento de San Jorge donde aparece una princesa.
Simplemente lo vemos en la propia actitud de Ripley, sobre todo en las continuaciones de la saga, donde el personaje ha cambiado su forma de ser.
Porque recordemos que Ripley, en la primera película, comienza siendo mucho más débil de carácter y nadie le hace caso dentro de la tripulación de la nave Nostromo.
Ripley ha de sobreponerse a eso, superando su debilidad de carácter.
Ha de sacar su parte «dura», inherente a ella, su ánimus decidido y luchador.
Y ha de tomar las riendas de la situación hasta derrotar al peligroso alienígena.
Ni qué decir tiene que la alegoría que hay detrás de la película Alien es la violación.
Incluso el propio monstruo recuerda a un falo.

Los diseños iniciales de H.R. Giger eran más obvios en relación al componente sexual del xenomorfo.
Quizá eso explica por qué, aunque en el guión original los personajes no tenían un sexo definido, se acabó decidiendo que la protagonista fuera mujer.
Tenía más lógica de cara a la metáfora subyacente.
Pero no nos detengamos ahí y sigamos con los puntos en común que hay entre el mito clásico y el cinematográfico:

Aquí vemos el agujero que hace la sangre ácida del xenomorfo en el suelo la nave.
El alien, igual que muchos dragones legendarios, posee una sangre especial: ácido que corroe prácticamente cualquier material.
Pero no solo eso, el bicho también tiene una motivación.
Si bien es cierto que en la primera entrega de la saga la motivación del monstruo es muy simple.
Básicamente su motivación es la supervivencia, la reproducción de su especie y su propia naturaleza asesina (digamos que estaría solo un escalón por encima la maldad intrínseca del dragón medieval).
Pero la segunda parte va un paso más allá y entonces sí que tiene una motivación más elaborada.
Bueno, los aliens propiamente dichos, no. Sino su madre, la Reina Alien, a la que vemos en el enfrentamiento final (al cual alude el fotograma que hay unas líneas más arriba) entre ella y Ripley.
Esta lucha es como una combinación de los mitos de Marduk y Tiamat, con el de Zeus y Tifón.
Por un lado, tenemos que la Reina Alien, igual que Tiamat, es un monstruo, pero ante todo es madre. Y busca vengarse porque Ripley y sus compañeros han ido matando a muchos de sus retoños xenomorfos (por una causa bastante comprensible: esos retoños no buscaban jugar, precisamente).
Por el otro lado tenemos que Ripley, como Zeus, ya es la líder (al menos en lo que respecta al tema de cómo enfrentarse a los aliens), y su cometido es no bajar la guardia y superarse una vez más, ante la nueva amenaza, ahora mayor en número y encabezada por un ser mucho más grande y peligroso que el que derrota en la primera cinta.
Como se ha visto, la saga alien gira en su totalidad en torno a la lucha de la heroína contra los dragones. Y, con todo, como hemos visto, ha aportado cambios significativos respecto a las leyendas y mitos previos.
Y con esto hemos llegado al final del análisis del mito de la lucha entre el héroe y el dragón, desde el inicio de la civilización hasta nuestros tiempos.
Ya solo me queda exponer las conclusiones al respecto:
CONCLUSIONES
Como vemos, el dragón, como monstruo, no ha conservado siempre el mismo aspecto. Ni tiene porqué conservarlo para seguir representando la misma lucha arquetípica.
El dragón puede ser, además de un gran reptil, un robot, un ser venido de las estrellas o incluso un simple rival humano que para ser derrotado requiere que el/la protagonista supere una serie de cuestiones personales, psicológicas y probablemente externas.
De la misma forma, el protagonista no tiene por qué ser idéntico al héroe clásico.
Tras milenios en los que el héroe había sido siempre masculino, llegó Ellen Ripley a demostrar que una mujer también podía enfrentarse contra un engendro demoníaco y salir triunfante.
El público lo aceptó e incluso lo aplaudió, porque fue un paso adelante.
Quizá era el momento, ya que Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), protagonista de la cinta de terror Halloween (1978 — John Carpenter), se había adelantado a Ripley por muy poco.
A día de hoy, es mucho más fácil encontrar guerreras que luchan contra monstruos, y villanos de toda índole, en películas y videojuegos (y sus adaptaciones cinematográficas) como, por ejemplo, Terminator 2: el juicio final, Scream, Kill Bill, Underworld, Resident Evil, Tomb Raider o Silent Hill.
Respecto a la doncella, puede seguir siendo raptada por cualquiera de esas caracterizaciones, o no aparecer encarnada en ningún personaje, aunque sí forme parte del simbolismo de la narración (como sucede con Ripley y su ánimus).
Y el mito seguirá funcionando igual.
Porque la mecánica seguirá siendo la misma, aunque cambiemos el envoltorio e incluso el mensaje no sea exactamente el mismo.
Porque un mito explica muchas más cosas de las que se pueden apreciar a simple vista.
Y esa es la idea, ya que de esta forma, el mensaje no parece una arenga y se asimila mejor.
De hecho, esa es, en última instancia, la finalidad del Arte: hablar con el mismo significado que los sueños, pero de manera que tenga una lógica y significado dados por el propio artista, para conectar con el público a un nivel más allá del superficial.
Obviamente, en las creaciones de fantasía y ciencia ficción es mucho más fácil usar un tipo de representaciones similares a las que aparecen en los mitos, pero cabe apuntar que los arquetipos, externamente hablando, son volubles.
Así pues, podemos adaptarlos estéticamente a géneros más realistas.
Podemos cambiar la lucha física por una contienda verbal, legal, de poder empresarial, familiar, etc.
El dragón puede ser otro personaje humano (un familiar, compañero de trabajo, vecino, etc.) que encarne al enemigo que posee ese poder y esas facetas negativas que el propio protagonista ha heredado/aprendido y que ha de confrontar. Y si quiere prosperar, ha de vencer por el medio escogido.
O en lugar de otro personaje, el «dragón» puede ser él mismo si el conflicto lo retratamos a nivel psicológico (algo más factible en el mundo literario).
Lo mismo para la recompensa.
Las rosas pueden ser un nuevo puesto de trabajo, una nueva vida, una nueva forma de comprender el mundo o a sí mismo, etc.
Al final se trata de que el mensaje que mandamos al público llegue de una forma u otra, independientemente del aspecto o envoltorio de los elementos de la historia, y que no sea un mensaje directo, aleccionador o demasiado obvio.
Porque eso no suele gustar a nadie salvo a la gente convencida.
Es decir, se trata de entretener a la par que se transmite algo más que lo que se ve a simple vista. Eso es Arte.
Pero este tema daría para otra entrada, así que mejor lo dejamos ya.
Espero que este artículo sobre el mito del héroe contra el dragón os haya resultado interesante y, a ser posible, de utilidad para vuestras creaciones.
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