Hola, soy Hidalga Erenas y os traigo este breve consejo narrativo, el primero de unos cuantos que vamos a ir publicando.
CUIDANDO LA PROSA MIENTRAS ESCRIBES
Cuando te dedicas a la narrativa, cuidar la ortografía, la gramática, la sintaxis, etc. es muy importante.
Pero hay que dejarlo para lo último.
Primero hay que escribir sin preocuparse de nada, salvo de la historia que quieres contar.
Ya habrá tiempo para corregir y revisar la prosa.
Hay que decir que puede parecer paradójico que este consejo, sobre despreocuparse por la prosa mientras se escribe, lo dé yo.
¿Por qué?
Pues porque soy un auténtico grammar nazi.
Allá donde pongo el ojo, veo erratas y faltas ortográficas que me provocan urticaria.
Y no dudo en re-re-revisar artículos y posts, que se publicaron hace tiempo, en busca de fallos.
Que conste que he bajado un poco la guardia… respecto a los textos ajenos, no tanto a los propios.
Sí, soy de esa poca gente que escribe en whatsapp sin faltas de ortografía, con todos los signos de exclamación e interrogación, y todas las comas en su sitio.
Pero, en realidad, que traiga este consejo no es tan paradójico.
Lo doy desde la propia experiencia.
Ya que he sufrido (y sufro, aunque menos) el mal del borrador perfecto.
No podía dar un paso sin haber escrito la frase adecuada, no solo a nivel de ortografía y gramática, sino de prosa, de estilo, de todo.
Cada palabra del borrador, en mi cabeza (y sin darme cuenta), tenía que ser la definitiva, la que se iba a leer en la versión final.
Así que no podía haber ningún fallo.
Como comprenderéis, esto es absurdo.
Lo único que causa es un bloqueo constante.
Una limitación del flujo creativo.
Una ralentización que puede llegar a causar una parálisis completa.
Acabas perdiendo más tiempo consultando el diccionario de la RAE y otros diccionarios en línea, que dedicándote realmente dedicándote a lo importante: escribir la historia que quieres contar.
Y, en el hipotético caso de acabar el proyecto, guste o no, hay que revisarlo.
Ver que la trama, los personajes, las descripciones, etc. funcionen.
¡Ah!, esa es la parte más dolorosa.
Porque siempre, siempre, siempre hay que revisar y en la revisión siempre, siempre, siempre hay que eliminar algo: frases, diálogos, párrafos enteros y, a veces, hasta escenas y capítulos.
Con lo que, al final, gran parte del trabajo de escribir sin fallos durante la fase del borrador, se va por el sumidero.
Dejadme que haga un inciso: quien diga que en la revisión no borra nada, es que directamente no revisa, lo cual es una falta de respeto a su posible público (pero de eso hablaremos otro día).
Este sería el extremo diametralmente opuesto al de la persona obsesionada con que todo tiene que ser perfecto antes de terminar el primer borrador.
Ni lo uno ni lo otro.
Hay que hallar el equilibrio en el punto medio.
Una forma de hacerlo es que, durante el proceso de escritura de los distintos borradores, despreocuparnos del apartado intrínsecamente lingüístico.
Hojo! tanpoko ace falta escrivir el vorrador asín, ke duele a la bista.
Hay que tener un mínimo dominio del idioma si pretendes dedicarte a esto.
Por lo mismo que un aprendiz de electricista sabe más de electricidad que cualquier artista (o debería, pues en su caso el desconocimiento implica un riesgo físico).
Bien, continuemos.
Tras hacer varias correcciones y reescrituras en las que hayamos ido puliendo todas las cuestiones narrativas y, por fin, tengamos el que consideremos el último borrador de nuestra obra, entonces, ya sí, es hora de corregir a nivel de lenguaje.
Primero el estilo y la prosa.
Verificar que cada frase suena bien, que cada párrafo es comprensible, que cada diálogo es realista y representa, a nivel de dejes y estilo, al personaje que lo dice, etc.
Y, muy importante, que todo el texto, en su conjunto, tenga una coherencia con la obra.
Por ejemplo, si hemos escrito una fantasía urbana probablemente no haga falta usar palabras muy rebuscadas, mientras que si ha sido una novela de fantasía épica, cuadrará más un estilo pomposo.
Luego, hay que pasar a corregir en busca de erratas, faltas de ortografía, fallos de consonancia, etc.
Es lo más mecánico, pero es necesario.
En la calidad de los detalles es donde se encuentra la diferencia entre la profesionalidad y el amateurismo.
Por último, habiendo hecho todo lo anterior, nunca está de más barajar la posibilidad de contratar los servicios de terceros. Por si las moscas.
Porque hay varios tipos de correcciones y, por mucho que nos dediquemos a escribir, no dejamos de ser cuentacuentos, por lo que no tenemos que dominar el cien por cien todos los entresijos del idioma, sobre todo los más técnicos, como sí hará un corrector profesional.
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