
Foto por Clever Visuals [Unsplash]
Hola, soy Hidalga Erenas y, en este artículo, hablaré sobre algo que está en las historias, pero que no se ve a simple vista.
Algo que también está en nuestras historias, sí, aunque no pensemos en ello.
Y que es conveniente conocerlo para dominarlo mejor.
Me estoy refiriendo a la supraidea, también conocida (entre otras formas) como argumento moral:
¿QUÉ ES LA SUPRAIDEA?
La supraidea es aquel mensaje simbólico, filosófico o moral que hay tras cualquier historia y que queda plasmado, principalmente, en cómo realizan las acciones los personajes, las consecuencias que tienen dichas acciones, cómo reaccionan ante esas consecuencias, de qué medios disponen, cómo los usan, etc.

Pintura El cuento de hadas de Walther Firle.
En resumen: es lo que en las fábulas de toda la vida se ha dado en llamar moraleja.
Pero aquí voy a hablar de esa «moraleja» aplicada a historias más extensas y enfocadas a un público más adulto.
Vayamos ahora los puntos que hay que conocer de la supraidea:
SUBYACE TRAS LA HISTORIA
Para que el argumento moral funcione lo mejor posible, lo idóneo es que no sea demasiado obvio ni que esté demasiado polarizado, pues la idea es narrar una historia de ficción, no hacer una arenga sociopolítica.
Porque, aunque cada artista es libre de hacer más o menos obvio el mensaje que quiere transmitir con sus historias, lo cierto es que cuanto más evidente es, a menor cantidad de público llega.
Pues las historias con este tipo de argumentos morales solo atraen a quienes ya son afines a la corriente de pensamiento que se está defendiendo.
A continuación planteo un ejemplo para clarificar lo que comento, partiendo de una sencilla premisa que es casi un cliché:
«Unos mafiosos secuestran a la familia de nuestro protagonista, que es policía, y este ha de salvarlos».
Hagamos que la supraidea sea obvia planteándola de la siguiente manera:
«La gente que está del lado de la ley son buenas personas, mientras que las que están al otro lado son malas personas sin remedio, por lo que la fuerza bruta contra ellas está justificada».
Es probable que nos salga una película con un policía que será fuerte, buena persona, con una puntería infalible y una frase ingeniosa para cada momento.
En pocas palabras, tendremos un perfecto héroe de acción.
Por el otro lado habrá unos mafiosos que serán realmente tontos o malvados, o incluso las dos cosas a la vez.
O, dicho de otra forma, serán villanos de cartón piedra.
Este estilo de historias tienen su público y, de hecho, vivieron su momento de gloria en los 80 con películas protagonizadas por hombres de acción como Chuck Norris o Charles Bronson.

Cartel de Death Wish 3 (El justiciero de la noche y, también, El vengador anónimo) con Charles Bronson en el rol de tipo muy duro.
Pero nos interesa la supraidea.
Y en este caso fallaron bastante.
Pues hay básicamente dos tipos de consumidores de estos filmes:
a) Los que ya están convencidos desde el principio de que el «bien» puede usar la fuerza bruta contra el «mal» y, además, se sienten identificados con los protagonistas.
b) Los que no compartimos ese punto de vista, pero disfrutamos viendo esas películas por las situaciones absurdas y las escenas de acción. Vamos, que las vemos como un mero pasatiempo, cuando no en clave de humor.
Esto mismo sucede con esas historias de alto contenido de denuncia social que son tan directas que rozan la propaganda ideológica: solo atraen a los convencidos.
Repito lo de antes: cada artista es libre de crear su obra como considere oportuno, pero si tan importante es el mensaje que se expone de forma obvia y, además, es un mensaje ideológico muy marcado y muy de blancos y negros, piensa si no sería mejor dedicarse a la política.
Pero esto daría para otro artículo y, quizá, no enfocado a la narrativa, así que será mejor que pasemos al siguiente punto:
NO AFECTA A LA ESTRUCTURA
La supraidea es un concepto completamente independiente. No afecta a la estructura y esta, a su vez, no afecta a la supraidea.
En este caso no hace falta explicar mucho, pero entrando en detalle, diré que da igual cuál sea el argumento moral de la historia, pues ello no implica que tengamos que dividir la trama en más o menos actos, ni que las escenas tengan que ser más rápidas ni las secuencias más breves o extensas, etc.
Todo eso tiene que ver con el estilo, lo cual es algo más técnico, y no con el argumento moral que haya detrás de la historia.
Por esta razón, recomiendo no renegar de aquellos artistas que están alejados de nuestra forma de ver el mundo, siempre que dichos artistas ofrezcan una calidad técnica que deseamos aprender.
Su calidad no tiene nada que ver con su ideología.
Lo mismo sucede a la inversa: seguramente hay obras mediocres y mal ejecutadas creadas por artistas afines a nuestra forma de pensar. De esos, poco podemos aprender. O sí. Podemos aprender lo que no hay que hacer.
Pero no nos detengamos aquí y continuemos con la siguiente cuestión importante:
AFECTA AL ARGUMENTO DE FORMA DIRECTA
Lo sé. Lo sé. Acabo de decir que la supraidea no afecta a la estructura.
¿Entonces cómo es que sí afecta al argumento? Pues porque no son lo mismo.
Especificando: La estructura es el orden de los hechos, mientras que el argumento son los hechos mismos.
Y el argumento se verá afectado porque dependiendo de la supraidea que vayamos a plasmar, las acciones tendrán unas consecuencias y las respuestas de los personajes a dichas consecuencias, serán diferentes.
De hecho, dos historias que partan de una premisa idéntica pero con diferentes supraideas, es muy probable que sigan caminos dispares.
Retomemos el ejemplo de la premisa cliché que he transcrito antes:
«Unos mafiosos secuestran a la familia de nuestro protagonista, que es policía, y este ha de salvarlos».
Y recordemos la primera supraidea, que era bastante obvia y maniquea:
«La gente que está del lado de la ley son buenas personas, mientras que las que están al otro lado son malas personas sin remedio, por lo que la fuerza bruta contra ellas está justificada».
Ya vimos qué tipo de película podía salir de este planteamiento ideológico.
Ahora, para la misma premisa, propongamos otra supraidea completamente distinta:
«Pertenecer a la mafia y estar contra la ley no es algo que suceda de forma fortuita, sino que se necesita un caldo de cultivo para ello».
En este caso es probable que ni siquiera estemos ante una película de acción, aunque haya alguna escena puntual con tiroteos.
Quizá estemos ante un drama con tintes de denuncia social.
Porque lo que retrataremos será que los enemigos del policía protagonista son humanos también.
Podemos hacer que el mafioso jefe sí que sea un mero psicópata asesino sin más, pero sus aliados no.
Quizá ese jefe mafioso tenga un hermano al que no le gusta la delincuencia, pero no puede negarse porque el castigo sería el ostracismo o, en el peor de los casos, la muerte.
También tenemos la opción de hacer que otro de los enemigos fuera captado por la mafia porque, siendo un joven huérfano, se había convertido en el cabecilla de una banda de adolescentes maleantes.
Sí, es un personaje malvado, pero él cree (y no le falta razón) que no le han dejado otro camino para poder vivir a todo lujo como esos famosos que salen por televisión, así que se mueve por envidia partiendo de una situación terrible, con lo que piensa que los actos de la mafia están justificados.

Cartel promocional de la serie italiana Gomorra, creada por Roberto Saviano y basada en su propia novela homónima.
Y podríamos crear más personajes que reforzaran nuestra supraidea.
De esta forma, planteamos el mensaje de manera que la historia gira en torno a cómo cada uno de esos personajes se ha convertido en criminal, pero sin caricaturizarlos, sino haciendo que incluso los espectadores puedan llegar a empatizar con alguno o algunos de ellos.
De hecho, de eso tratan historias como El Padrino o Gomorra en las que toda la crueldad retratada sobre los tejemanejes de la mafia no impide mostrar a los personajes como seres humanos.
Dicho lo anterior, avancemos:
HISTORIAS CON UNA ÚNICA SUPRAIDEA
Chuck Palahniuk (escritor que saltó a la fama por la adaptación al cine de su novela Fight Club), siguiendo las directrices de su mentor Tom Spanbauer, se centra en un único argumento moral para toda la historia, enfocándose en que todo lo que suceda a lo largo de esa narración esté orientado de una forma u otra con la supraidea escogida.

Chuck Palahniuk en la Feria Internacional del Libro de Miami 2011 [Fotografía de Rodrigo Fernández].
El método enseñado por Spanbauer sugiere usar un único argumento moral por historia permite profundizar y exponer ese concepto desde todos los puntos de vista posibles.
Pero si queremos desarrollar algo más extenso que una película o novela breve (por ejemplo una novela de varios cientos de páginas, o una saga, serie de tv, etc.), no es una tarea fácil, pues exige que el artista en cuestión esté abierto a desarrollar todo el potencial de la supraidea, a experimentar y ver desde distintos ángulos esa misma cuestión para exprimirla al máximo.
De lo contrario, se puede caer en la reiteración.
Además, este sistema puede conllevar que nos veamos en la obligación de comprender y analizar posiciones morales opuestas a las propias, exigiéndonos la capacidad de crear personajes que difieran de nuestro punto de vista, haciendo que no sean meras caricaturas. Esto es: que no sean perversos malhechores, ni villanos malvados, ni estúpidos de carácter plano, etc.
Por otra parte, también puede conllevar que tengamos que observar nuestra propia postura ideológica desde fuera y comprobemos que tiene fallos, que no siempre se sostiene, que quizá es discutible, etc. y todo ello a través de personajes que sí coincidan con nuestra filosofía, pero que no sean perfectos y bondadosos, sino que tengan frustraciones, sean contradictorios, injustos, que incluso se codeen con la maldad…
Lo opuesto sería caer en el maniqueísmo.
Lo que nos lleva al primer punto explicado previamente: si queremos que la supraidea de nuestra historia funcione, es mejor que no sea excesivamente obvia, y que tampoco esté muy polarizada.
Pues con ese tipo de posturas tan confrontadas de «mi pensamiento es correcto y el opuesto es incorrecto», no solo estaremos fallando como creadores de historias, al ser incapaces de mostrar diferentes puntos de vista sobre un mismo tema, sino que también nos estaremos engañando a nosotros mismos como personas.
Aunque cada uno es libre de escoger su forma de pensar y esto ya va más allá de la mera enseñanza narrativa hacia la que se enfoca esta entrada.
Por lo que es mejor que dejemos las cuestiones trascendentales para otro momento y lugar, y pasemos al siguiente punto:
HISTORIAS CON MÁS DE UNA SUPRAIDEA
En el punto anterior, hemos dicho que Chuck Palahniuk trabaja con una única supraidea por novela.
Y eso está bien, pero a pesar de lo que pueda decir su maestro, Tom Spanbauer, no es obligatorio.
¿Que qué dice Spanbauer?
Pues dice que si en nuestra historia intentamos abarcar varios argumentos morales a la vez, puede suceder que al final pasemos por encima de ellos de forma superflua.
Un sistema para aunar ambos métodos es procurar que los diferentes argumentos morales tengan ciertos nexos en común.
No obstante, tampoco es imprescindible ya que hasta en historias poco extensas como son las películas (incluso las novelas cortas tienen más extensión), pueden confluir varias supraideas de forma consistente, sin tener conexión entre ellas.
Retomemos nuevamente el ejemplo de la premisa de antes (sí, la pongo otra vez para que no tengáis que volver hacia atrás en el texto):
«Unos mafiosos secuestran a la familia de nuestro protagonista, que es policía, y este ha de salvarlos».
Y recordemos otra vez la primera supraidea:
«La gente que está del lado de la ley son buenas personas, mientras que las que están al otro lado son malas personas sin remedio, por lo que la fuerza bruta contra ellos está justificada».
¿Por qué no mezclarla con otra supraidea? Por ejemplo:
«La familia es lo más importante».
En un principio, esta nueva supraidea que no tiene nada que ver con la supraidea anterior sobre la ley.
Y, a pesar de eso, pueden combinarse bien.
Observemos cómo:
Por un lado, tenemos un policía que hará lo que haga falta para salvar a su familia. Así pues, queda claro que para ese personaje la familia es lo más importante.
Por el otro, tenemos a unos villanos que pueden ser familia (algo clásico, pues el término familia es empleado para referirse a los miembros de la mafia por parte de los mismos) y, además, como buena familia, están unidos y se protegen entre ellos.
Este nuevo argumento moral podemos retratarlo de varias maneras y no se confrontará con el primero. Seguirá siendo una película de acción en la que el «bien» usa la fuerza bruta contra el «mal» y, además, se estarán inculcando unos obvios valores familiares.
¿Qué más se puede pedir? ¡Hubiera sido un éxito de la serie B de los 80–90! 😛
Pero no nos detengamos aquí, pues ya llegamos al último punto sobre la supraidea:
LA COMPLEJIDAD DE LA SUPRAIDEA
La supraidea no tiene por qué ser ni farragosa ni compleja. Puede ser un sencillo concepto que dé sentido a la historia más allá de lo que se ve a simple vista.
En este caso, recurriré al ejemplo de Alien, película en la que la supraidea es tan simple como la violación.
Sin más.

Esta imagen de un proto-alien pintado por H.R. Giger ya la usé en otro post que se titula El mito del héroe contra el dragón en el que empiezo hablando de mitología sumeria y acabo hablando de Alien.
La obra, sin recurrir a un mensaje subyacente de párrafo y medio, logra su objetivo a través del aspecto del monstruo, sobre todo la forma de su cabeza y su boca rebosante de babas; de cómo ataca agazapado entre las sombras e invade el cuerpo de la víctima gestándose dentro; sin olvidar el hecho de que el único personaje que tiene el valor de plantarle cara al alienígena y salir vivo, es una mujer (víctima potencial de la violación masculina, aquí convertida en heroína frente a su acosador).
Todo ello da al conjunto una serie de connotaciones sexuales desagradables.
Y, gracias a esta supraidea, la historia cobra una dimensión que va más allá de la película de terror en el espacio.
Por eso (entre otras cosas) Alien prevaleció frente a otras cintas de presupuesto similar y que partían de ideas parecidas, pero que carecían de trasfondo.
Veamos un par más de breves ejemplos (con películas de alienígenas, para seguir con la tónica, jeje):

Carteles promocionales de Alien (1979), The Thing (1982) y Predator (1987). Tres películas que deben parte de su éxito a la doble lectura otorgada por supraideas sencillas, pero efectivas. De hecho, dichos mensajes incluso pueden intuirse en estas imágenes.
En La Cosa de John Carpenter (igual que en la cinta original de Howard Hawks y el relato en el que ambas se basan titulado ¿Quién anda ahí? de John W. Campbell) la supraidea es «no puedes fiarte de nadie, pues incluso tras los amigos puede ocultarse un enemigo esperando atacarte». Y esa tensión se respira a durante todo el largometraje.
Por su parte, Depredador, película hermanada (de forma poco satisfactoria, todo hay que decirlo) con Alien, tiene un argumento moral tan sencillo como «el cazador cazado». Y queda patente en el momento en el que el monstruo solo ataca a quienes van armados y pueden ser un trofeo digno.
RECAPITULACIÓN
Para darle una mínima profundidad a nuestra historia, simplemente tenemos que pensar en la moraleja, mensaje simbólico o supraidea que queremos que el público capte de forma más o menos latente.
En ocasiones no es necesario complicarse mucho.
En otras, podemos hacer confluir varios conceptos.
Mientras que en otras, podemos desarrollar a fondo un solo concepto.
Sea como sea, esa supraidea ha de ser una especie de hilo conductor que solo nosotros, como creadores de la historia, conocemos.
Pero ha de dejarse entrever para que, como si del simbolismo de un sueño se tratase, al público le llegue un mensaje de forma indirecta que le haga sentir que la historia que le contamos, aunque pueda parecer otra historia más, en realidad tiene «algo» que la hace diferente.
He explicado la supraidea y cómo trabajarla. Y, además, he expuesto varios ejemplos de referentes que me gustan.
Ahora es vuestro turno:
HERRAMIENTAS PARA TRABAJAR LA SUPRAIDEA
Lo primero que os recomiendo es tratar de averiguar los argumentos morales que se esconden detrás de vuestras historias favoritas.
A veces puede sorprendernos el mensaje oculto que hay tras ciertas historias, pero que tras conocerlo vemos que todo encaja.
Una forma de saber qué supraideas tienen algunas obras es buscando entrevistas a sus autores donde hablen del tema que hay tras la obra en cuestión.
Otra forma es a través de libros o documentales donde se desgrane el proceso creativo que se ha seguido para dar forma al argumento.
Aunque la más normal es que estudiando nuestros referentes acabemos por darnos cuenta de las supraideas que esconden, incluso aunque sean menos obvias que en los ejemplos citados.
Respecto a la parte que nos toca, es recomendable hacer una especie de «autoanálisis»: ver qué cosas nos mueven y de qué forma vemos el mundo.
Un ejercicio muy sencillo es pillar papel y bolígrafo y darnos unos minutos para anotar aquellas cosas que más nos preocupan.
¿Nos preocupa el incremento del individualismo y la superficialidad? ¿Quizá la pérdida de valores tradicionales? ¿O tal vez el medioambiente? ¿Las diferencias culturales? ¿La soledad? ¿El envejecimiento? ¿Las nuevas tecnologías? etc.
Anota todas esas cosas, pero solo las que realmente te inquietan. Y, ante todo, busca la sinceridad. Solo tú vas a leer lo que escribas.
Recomiendo hacer un breve listado antes de ponerse a elaborar cualquier historia, y seleccionar la supraidea o supraideas que mejor encajen con el proyecto.
Porque, nos guste o no, esas cosas que hayamos puesto en la lista van a acabar saliendo en nuestras historias.
Así que, como he dicho al principio del artículo, es mejor que sepamos cuáles son para poder trabajar mejor con ellas.
Y con esto, hemos llegado al final.
Espero y deseo que os haya gustado y que sea de vuestra utilidad.
Gracias por leerme.